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Peter Sisseck – Un bodeguero con mina de oro

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Esas viejas cepas que representaban lo cotidiano, lo normal, lo que había de siempre, no tenían nada de especial… lo especial era lo nuevo. Lo cotidiano no se valoraba para nada, pero era lo especial, era la maravilla. Es como si uno vive en una mina de oro sin saberlo, porque como lo veo todos los días, ¿qué hay de especial en ello no?

Peter Sisseck, nuestro inspirador de hoy,

En una reciente entrevista a Pérez Reverte en el fantástico podcast de Jorge Wild, aseguraba que lo que más odiaba en la vida era la estupidez humana. Reverte se refiere a la estupidez en cuanto a ignorancia. No entiende cómo la gente de hoy en día puede ser ignorante, que la puedan engañar, con todo el acceso a información que hay al acceso en cualquier móvil u ordenador.

Pero está equivocado, lo peor, lo más triste, lo que lleva a sociedades y personas más en concreto a la ruina es el desprecio a lo cotidiano.

El ser humano tiene el don y la capacidad de luchar con toda su energía por conseguir un objetivo, un trabajo, una familia, un amor, un objeto; y al mismo tiempo tiene la maldición de que cuando lo consigue, lo asume como normal, como no valioso, y pronto deja de apreciarlo y anhelar lo siguiente. Nada importa que como dice nuestro inspirador de hoy, vivamos encima de una mina de oro sin saberlo, no tendremos suficiente. De nada vale para muchos, tener una familia maravillosa, que le quiere, en una casa confortable, un trabajo competente, buscarán una salida hacia un-una amante, una adicción que les sirva de escape o una huida hacia adelante sin dar todo lo que pueden a los que le rodean.

La tecnología moderna ha hallado explicación a esta maldición en una hormona llamada dopamina, de la que luego hablamos, pero en realidad, como en casi todos los clásicos ya lo habían entendido. El mito de Sísifo, que luego ampliaría Camus en 1942, en el que Sísifo, hizo enfadar a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, fue condenado a perder la vista y a empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerlo y empujarlo nuevamente hasta la cumbre y así indefinidamente.

Así, el hombre, nosotros, nos esforzamos por conseguir nuestros objetivos, aquello que anhelamos, y cuando llegamos a la cima con la roca, no somos de capaces de apreciarlo largo rato, valorarlo lo suficiente, y nos vemos a arrastrados a repetir el esfuerzo una y otra vez.

Pero no nos equivoquemos, como defiende Daniel Lieberman, co-autor junto con Michael Long, del libro “Dopamina: Cómo una molécula condiciona de quién nos enamoramos, con quién nos acostamos, a quién votamos y qué nos depara el futuro”; esta molécula, este castigo de Sísifo es al mismo tiempo la razón de la evolución y desarrollo humano. La dopamina: lo mejor y lo peor del ser humano.

¿Por qué? Según Lieberman, la dopamina no es buena ni mala, es energía y motivación, el circuito mental que se activa cuando existe una amenaza. Aumenta la posibilidad de sobrevivir, de reproducirse y así de tener futuro. No siempre persigue nuestro bien. Lo que es bueno para nuestros genes no lo es necesariamente para nosotros. Su circuito evolucionó cuando los seres humanos vivían casi toda su vida al borde la inanición y ayudaba a sobrevivir. Hoy sigue haciendo que veamos comida calórica y la queramos.

La dopamina te hace querer más y por la parte buena, te da la energía necesaria para acometer un proyecto o una relación:

Pero ¿qué es la dopamina? Una hormona que segrega nuestro organismo, una hormona que proporciona placer, mucho placer. Casi se explica mejor con ejemplos. ¿Sabes esa sensación cuando quieres comprarte algo y aún no lo tienes, esa sensación de deseo? ¿Esa sensación de esperar una llamada para decirte si al fin consigues ese trabajo para el que has hecho varias entrevistas y deseas con todas tus fuerzas? ¿La sensación de los primeros éxitos cuando aprendes un deporte? Y claro, ¿esa sensación de enamoramiento que hace que nuestro cuerpo entero viva en el deseo? Eso es la dopamina corriendo por tu cuerpo.

De hecho, estos caminos son los naturales, pero también hay muchos artificiales. El principal, las drogas. Las drogas acortan todo el proceso de generación de dopamina y en cuestión de minutos, la más rápida la cocaína, nos inunda el organismo con dopamina y sensación de placer. Y otras artificiales, no ilegales, como el estudio profundo que han hecho las tecnológicas para conseguir piratear nuestro sistema de dopamina. ¿Cómo lo hace Amazon para conseguir que el proceso de enviar a la cesta y comprar sea placentero? ¿O las redes sociales para generar placer instantáneo y luego efímero? Los juegos de ordenador y móvil explotan drásticamente el sistema dopamínico de todos nosotros.

Pero la dopamina, tiene un problema. Es efímera. Vive del futuro. En cuanto logramos algo y llega el presente, se apaga. Nos hace comprar prometiendo felicidad. Pero una vez comprado se desconecta. Y la felicidad no llega.

Proporciona el el placer de la anticipación, no el de la satisfacción. Nunca tiene bastante. Es motor, no meta. Cualquier cosa que nos satisfaga no es dopamina. No es la molécula del placer, sino del deseo.

Y claro, aquí entramos de lleno en el amor.

El amor apasionado puede que sea la experiencia más placentera que tenemos en la vida. Hace que los hombres se sientan como dioses. No requiere esfuerzo ni se puede trabajar, sucede. Quien lo percibe piensa que el mundo se ha transformado. Es perfecto. Pero es dopaminérgico: dura apenas 12 meses.

Nunca es eterno.

Pero el amor, el amor compañero, no es necesariamente inferior. Se da cuando alguien te conoce profundamente y te quiere como eres. Ocurre entre personas y entre animales que se unen de por vida. A diferencia del amor apasionado, hay que trabajarlo, al igual que la amistad.

El amor apasionado no ve errores. Por eso se estrella. El compañero sabe que debe trabajar dándose más o siendo más cuidadoso. Requiere esfuerzo.

¿Cómo lidiar con la dopamina? ¿Madurar para es desactivar el poder de la dopamina? Lieberman responde que la dopamina ayuda a imaginar un buen futuro y a atravesar momentos difíciles. La insatisfacción juvenil es positiva. La adulta, destructiva. Destructiva. Uno no puede vivir pensando que su mujer no es suficientemente buena. Ha de buscar el camino que lleva de la ambición a la satisfacción.

Aquí Liberman y Long, coautores del libro, nos explican cómo solucionar el efecto de la adicción a la dopamina en las relaciones.

Solución: vivir en el aquí y ahora. Dejar de proyectar. Hacernos conscientes de lo que nos rodea. Desactivando expectativas y disfrutando el momento, de lo que ofrecen los sentidos, que es mucho.  

Apreciando nuestra pareja, valorándola, entregándonos a nuestra familia, hijos, amigos.

Para disfrutar de las cosas que tenemos, en vez de las cosas que son sólo posibles, nuestros cerebros deben hacer la transición de la dopamina enfocada en el futuro a compuestos químicos enraizados en el presente, una serie de neurotransmisores que llamamos las moléculas del Aquí y Ahora. La gente ha oído hablar de ellas, son la serotonina, la oxitocina, endorfinas (la versión de nuestro cerebro de la morfina) y una clase de químicos llamados endocanaibeos (la versión del cerebro de la marihuana). Al contrario del placer de la anticipación vía dopamina, estos químicos nos dan placer por sensaciones y emociones reales.

En el clip que hemos escuchado Long, también reflexiona sobre algo obvio: otro antídoto para contrarrestar los efectos nocivos de guiarnos por la dopamina es la educación y conocimiento personal para ser capaz de identificar esos circuitos, reconocerlos, disfrutarlos si es el caso y pero tomar decisiones en función de esos deseos sino de la reflexión. Mucho más fácil decir que hacer.

En el libro Casino Royale, Ian Flemming describe el amor para Bond y al mismo tiempo un ejemplo perfecto del efecto efímero de la dopamina:

“Con la mayoría de las mujeres el comportamiento de Bond era una mezcla de taciturnidad y pasión… Encontró algo espeluznante en la inevitabilidad del patrón de cada amante. El camino convencional: el sentimiento, el toque de la mano, el beso, el beso apasionado, la sensación del cuerpo, el clímax en la cama, luego más cama, luego menos cama, luego el aburrimiento, las lágrimas y la amargura final. —le resultó vergonzoso e hipócrita.

Rehuyó aún más la puesta en escena de cada uno de estos actos de la obra: el encuentro en una fiesta, el restaurante, el taxi, su apartamento, el apartamento de ella, luego el fin de semana junto al mar, luego los apartamentos otra vez, luego las coartadas furtivas, y la despedida airada final en algún umbral bajo la lluvia.“

Hemos estado escuchando la genial, impresionante, obra maestra, composición de Hans Zimmer para la última película de James Bond, con un final musical al mismo tiempo apabullante y sutil en el que se rinde homenaje al James Bond que hemos conocido hasta ahora.

En las películas de James Bond han habido temazos. Desde los inolvidables de Shirley Bassey de Diamonds are forever, Moonraker, Goldfinger, pasando por Adele y su tremendo Skyfall, Tina Turner con Goldeneye, Madonna, Alicia Keys o Sam Smith.  

Me quedo, no por ser la última, sino las más emotiva y original para mí, con también la de la última película de Bond, “No time to die” de Billie Eilish. Su elección por parte de los productores de la película fue muy controvertida por lo transgesor de Eilish para despedir a Daniel Craig como Bond y porque por entonces tenía sólo 18 años. Pero Eilish, junto con su hermano siempre, crearon la canción sutil de Bond en las últimas décadas. De hecho, la composición llegó a calar tanto en Zimmer que no dudó en incorporar fraseos completos de la canción de los Eilish en su banda sonora.

Los elementos de la traición, escritos específicamente para cerrar emocionalmente la secuencia previa a los créditos de 25 minutos (!), se sienten profundamente en la entrega desgarradora de Eilish tanto que cuando acaba te entran ganas de comprobar que no le salieron arrugas del esfuerzo.

Recordando ahora la película, me encantó la cita que usa M para rendir homenaje a Bond.

“La función propia del hombre es vivir, no existir. No malgastaré mis días intentando prolongarlos. Usaré mi tiempo.”

Es una cita que Jack London, escritor americano de clásicos como Colmillo Blanco, La llamada de la Selva o Amor de vida, que usaba como dedicatoria en algunos libros.

Conversamos con Peter Sisseck, uno de los mejores enólogos del mundo. Danés, aprendió sobre el mundo del vino y enología de la mano de su tío Peter Vinding-Diers, llegó a España casi por casualidad para elaborar los vinos de una nueva bodega por entonces Hacienda Monasterio y se enamoró de la Ribera del Duero donde lleva más de 25 años. Como nos cuenta, reparó en una viñas que nadie parecía apreciar en Burgos y tras hacerse con ellas, empezó a elaborar el mítico vino Pingus con reputación mundial y valoraciones máximas todos los años por las principales referencias del mundo del vino.

En la conversación Peter se muestra cercano, sencillo, amable. Nos abre a sus comienzos, a su formación, a los recuerdos de su tío, su filosofía en la elaboración del vino y sus planes futuros.

Peter Sisseck, el que encontró, cuidó y aprovechó su mina de oro.

Temas

  • La vida idílica de un bodeguero.
  • Peter Vinding-Diers: un vikingo en el viñedo.
  • Rolland y los tiempos nuevos en viticultura.
  • La carambola hasta Hacienda Monasterio.
  • El inicio de Pingus.
  • Lo especial del vino Pingus.
  • El futuro de Peter Sisseck.

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