Nuestro inspirador de hoy nos lo pone en bandeja para hablar de clásicos. ¿Por qué leer los clásicos?
Esto mismo se preguntó el escritor Italo Calvino en un ensayo maravilloso publicado después de su muerte en 1991. El libro lógicamente se titula ¿Por qué leer los clásicos? Pues eso, por qué leerlos…

No creo que sea necesario definir, cómo hace Calvino en su libro qué es un clásico. Todos los sabemos. Son esos libros perennes, que han sobrevivido al paso de los años, bien siglos o incluso sólo unas décadas. Y cada uno tiene su referencia de clásicos. Para unos puede que se trate de El Quijote, La Ilíada o Meditaciones, pero para otros puede que sean El Gran Gatsby, Viaje al Centro de la Tierra, Los Tres Mosqueteros o El Halcón Maltés. Pero todos sabemos de qué hablamos cuándo hablamos de clásicos.
De las 14 razones que nos da Calvino la más importante de por qué leer un clásico la más importante para mí es la onceava que nos dice que un clásico, tú clásico, es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él». Un clásico, el que te llega a ti, al margen de expertos, profesores o críticos, es aquel que nos cambia irremediablemente, aquel que se convierte en parte íntegra de nuestro ser desde su lectura en adelante, un libro, en definitiva, que, más allá de la última página, nos acompaña como un fiel amigo al que siempre podemos consultar en situaciones de crisis. Como decía Cervantes al hablar de libros:
“En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”.
Hay otra razón, que no da Calvino, sino Lorenzo Silva en un pasaje de uno de sus libros de sobre los detectives de la Guardia Civil Belaqcua y Chamorro “El Alquimista Impaciente”. Silvia, o al menos su personaje, deja entrever la exclusividad de pertenecer al club de los lectores de clásicos. En el pasaje, el detective está entrevista a un constructor sospechoso de asesinar a un intermediario y éste dice:
— Voy a hacerle una pregunta un poco peculiar, sargento, si me permite que invierta por un momento los papeles —dijo, dejando bien claro que el permiso se lo daba por concedido—. ¿Ha leído usted Guerra y Paz?
—Guerra y Paz, de mi tocayo León Tolstói.
—No —repuso, sin comprender a qué venía aquello—. Lo empecé, pero lo dejé a la cuarta batalla o a la cuarta fiesta, no recuerdo bien.
—Una lástima. Siempre pregunto esto, porque tengo la pequeña manía de dividir a la gente entre quienes han leído y quienes no han leído ese libro. Hay una raya divisoria entre quienes soportan mil quinientas páginas de sabiduría continua y quienes se rinden a medio camino. Esperaba sinceramente que usted estuviera del otro lado de la raya.
Pero no pensemos en leer clásicos como una tarea difícil o ardua, Calvino insiste en que no hay que sentirse obligado a leer una lista de libros «imprescindibles»: «Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor».
Cuando hablo de clásicos, a veces me preguntan cómo se pueden leer este tipo de libros, y muy humildemente, me permito dar algunos consejos. Da igual si eres un avezado lector o si hace que no lees un libro desde que acabó el instituto, sirve para todos:
Lo primero, encuentra ese clásico que te llame, que quieras haber leído desde siempre, que creas que puede gustarte, que la temática es de tus preferidas, que te haya recomendado alguien que admires. Encuentra ese libro. Da igual la edad, la extensión o la dificultad de la prosa, lo más importante es que el clásico que te propones te motive.
Segundo, encuentra una edición que te guste. Hay ediciones de clásicos que son infumables, tan antiguas que casi da pereza leerlas sólo con mirar sus páginas. Busca esa edición que te gusta por la tipografía, la portada, la ligereza si se trata de obras extensas y es mejor tener varios volúmenes. A veces, para este tipo de obras la gente prefiere libros digitales porque suelen ser más cómodos. Da igual. La edición que te guste.
Tercero, márcate un tiempo o número de páginas pequeño que leerás cada día. Da igual cuando, al dormir, de camino al trabajo, en el baño, da igual. Pero márcate un objetivo diario muy pequeño. Puede ser un capítulo dependiendo de la extensión, o a penas 8-10 páginas. Lo más importante es que sea poco tiempo o pocas páginas para hacerlo alcanzable. En este tipo de libros no hay prisa. Además así puede compaginar su lectura con otras, y ¿qué prisa hay en leer estos clásicos? ¿Qué más da que unos meses o dos años?
Cuarto, ataca el texto, interactúa con él. Subraya, pinta en los bordes, marca las páginas. También si es digital. Además de conseguir que citas e ideas se graben con más fuerza en tu cabeza, también así te unirás más a ese libro y su lectura.
Cinco, ten un diccionario a mano. Algunos clásicos usan palabras desconocidas que no suelen ser necesarias para entender la trama pero que sin duda enriquecen nuestro conocimiento de la historia y nuestro lenguaje. Mola mucho añadir una palabra nueva a nuestro vocabulario y que luego podamos usarla en nuestro día a día. A veces, los textos son tan complicados que está bien tener un libro con notas para explicar la historia o el contexto en que se escribieron para llegar a apreciarlo totalmente.
Seis, pasa como puedas las partes duras del libro. En muchos clásicos hay partes que son imposibles de digerir o si quiera entender. No merece la pena el suplicio de detenerse en ellas. Mi consejo es pasarlas. Bien leyendo a través o incluso saltándolas. Aún a riesgo de perderte detalles del clásico, es mejor para avanzar y no suele impedir que sigas la trama. El riesgo de detenerte en ellas es que acabes abandonando el libro.
Por último, aprovecha momentos de motivación. Si pasas una época en la que realmente te apetece leer mucho más de este clásico, aprovéchala y dale un empujón de lectura. Habrá otros momentos en los que te apetezca leer otras cosas y no pasa nada, es compatible, pero cuando te pase con el clásico sigue con él.
No cometeré la insolencia de recomendar clásicos, os respeto demasiado y sé demasiado poco pero sí que a nuestro inspirador de hoy le regalo el Anábasis de Jenofonte, también llamado la marcha de los 10.000, que narra la expedición militar en el 400 a.C. de Ciro El Joven contra su hermano el rey de Persa Artajerjes y la vuelta a Grecia de los mercenarios griegos contratos tras la derrota y la muerte de Ciro. Una historia de derrota, una aventura de vuelta hacia casa para todos estos soldados griegos, que exigirá todas sus fuerzas físicas y psicológicas; toda su fe, su destreza y su inteligencia serán exprimidas al máximo para completar con éxito semejante travesía. Es con toda seguridad una de las mayores epopeyas de la historia.
Y le regalo una La Divina Comedia de Dante que sabía quería. Una obra escrita a principios de los años 1300. Aunque han pasado 700 años desde la muerte de Dante, su estremecedor poema épico sigue siendo relevante. Dante trata grandes interrogantes, desde qué es lo que da sentido a nuestras vidas o cuánto control tenemos sobre nuestro propio destino, hasta por qué es que tan a menudo los ricos y poderosos parecen salirse con la suya.
à Sinfonía
Asusta cómo empieza esta sinfonía de Dante, basada en la Divina Comedia, compuesta por Franz Liszt en 1850, que nos recuerda a nuestro inspirador al citar la frase de entrada en el infierno: “Abandonen la esperanza todos los que entren aquí”:
Nuestro inspirador de hoy es Josep Piqué. Economista, abogado, profesor, ministro y empresario. Abrochaos que viene su experiencia.
- Doctor en Economía y abogado por la Universidad de Barcelona.
- Profesor titular de Teoría Económica desde 1984 en la Universidad de Barcelona.
- Ministro de Industria y Energía, ministro Portavoz del Gobierno, ministro de Asuntos Exteriores (la etapa más bonita de su vida como nos cuenta en la conversación) y ministro de Ciencia y Tecnología entre 1996 y 2003.
- Consejero independiente de AENA, Senior Advisor de Boston Consulting Group, Vicepresidente de Corporate Finance de Alantra, Vicepresidente del Círculo de Empresarios, miembro del Consejo de AIRBUS, presidente de Vueling y Vicepresidente y Consejero Delegado del Grupo OHL. Actualmente es Presidente de ITP Aero, Presidente de Pasiphae Consultora Internacional. Asimismo, es consejero de SEAT, Wolkswagen Navarra y Amadeus.
La conversación con él ha sido todo lo que me esperaba, bueno mucho más, pero eso después. Hablamos de su libro escrito hace unos años “El mundo que nos viene” y Piqué resume de forma formidable la situación geopolítica mundial, hablando de la futura convivencia de dos superpotencias como EEUU y China y repasando el papel de Europa, Rusia y demás continentes junto con el futuro tecnológico y climático.
Y hablamos también de los libros que le dejaron huella, humildad, el vértigo en la altura política y empresarial, cuándo lo pasó mejor y peor y el virus de la política. Pero la conversación con él ha sido mucho más de lo que esperaba. He conocido a un hombre muy reflexivo, sencillo, cercano, amable y con una sensible admiración por la poesía. Cómo si no nos recomendaría la lectura de Walt Whitman y su Hojas de Hierba:

Gracias Serrat por leernos una de sus más famosas poesías: Canto a mí mismo:
Whitman es uno de los poetas americanos más famosos. Nació en 1819 y fue ayudante de imprenta, fue tipista, fue editor a tiempo parcial, escritor a ratos, periodista de poca monta y profesor cuando necesitaba el dinero. Nada le satisfacía.
En 1850, a los treinta y un años, decidió dejar de «competir por las recompensas habituales» y convertirse en poeta. En 1855 editó y prácticamente autopublicó la primera edición de Hojas de hierba. El nombre era un guiño: «hojas» se refería a las hojas de papel de baja calidad donde se imprimían los trabajos de menos caché; a esos trabajos, el mundo editorial los llamaba «hierba». En 1892, a los setenta y dos años de edad, Walt Whitman moría de un fallo pulmonar masivo. Durante todo ese tiempo, el poeta había ido corrigiendo y ampliando su obra maestra en sucesivas ediciones, cada una con mayor éxito que la anterior. Más de mil personas en menos de tres horas visitaron el féretro expuesto en su casa de Camden, Nueva Jersey. El ataúd era apenas visible debajo de los cientos de ramos y coronas de flores que se enviaron desde todos los rincones del país. Cuatro días después fue enterrado en el cementerio de Harleigh en una ceremonia multitudinaria. Centenares de personas fueron a decir adiós al hombre más importante de la poesía estadounidense.
De esa importancia se destila la presencia constante de Whitman en las series y cine americanas. Doctor Who tiene como libro de referencia en su biblioteca de la Tardis Hojas de Hierba de Whitman. Ya recordamos en este podcast las poesías de Whitman a mano de Robin Williams en el Club de los Poetas Muertos. Y la lista no acaba. En una película considerada como una de las mejores de beisbol rodadas, Bull Durham, Los Búfalos de Durham en español, con una bellísima Susan Sarandom, Tim Robins y Kevin Costner, el personaje de Susan Sarandom le lee una poesía a un jugador de beisbol que está esperando en la cama para acostarse con ella la sugerente poesía “The Body Electric” “El cuerpo eléctrico”
Pero hay una serie en la que Whitman tiene un papel muy relevante: Breaking Bad.
Fue en el sexto episodio de la tercera temporada de Breaking Bad, cuando Gale Boetticher en un momento de entusiasmo en el laboratorio recita para Walter White: «When I heard the learn’d astronomer». Cuando escuché al docto astrónomo:
Un químico titulado que no disfruta con los canales convencionales; ni con la enseñanza ni con el trabajo farmacéutico. Hay demasiados corsés, demasiadas formalidades y, para él, la química debería respirar, debería experimentarse en sus términos más intrínsecos; los de la combinación, la composición y la aleación. El laboratorio es magia. Y allí ha conocido a Walter White. A él es a quien le recita el poema de Whitman. Él es el docto astrónomo. Él es el capitán.
Heisenberg murió por culpa de Walt Whitman. Precisamente por la copia de Hojas de hierba que Boetticher le dedicaría «A su otro W.W. favorito» y que, tras caer en manos de la DEA (es decir, de su cuñado Hank), precipitaría la caída definitiva del rey de Albuquerque. Walter White moriría unos meses después, solo, tendido en el suelo de un laboratorio de metanfetamina. Dentro de la pantalla, tan solo un puñado de agentes federales vería su cadáver. Fuera de ella, más de diez millones de personas se despidieron en directo de un monumento impreso en la historia de la televisión.
Además de momentos inolvidables, la serie nos regaló durante sus 5 temporadas canciones maravillosas. Quizás, la última de todas la que se quedaría para siempre gabada en nuestra memoria.
¿Por qué sonó “Baby Blue” de Badfinger para despedir Breaking Bad?
Lo explica Thomas Golubic, supervisor musical de la serie:
“Cuando Vince Gilligan, creador de la serie, me dijo que pensaba que Baby Blue de Badfinger era la canción adecuada para el cierre del último episodio, no lo veía nada claro. Pensé que era una canción de amor, sin más. Pero, con el paso del tiempo, con ese maravilloso plano de grúa sobre Walter White y, una vez que pusimos la canción de fondo, enseguida nos decidimos. Esto es una historia entre Walter y su amor por la ciencia, y la droga fue su gran creación, su gran triunfo como químico. No se trataba de enfatizar a Walter White como criminal, asesino o mala persona, sino de mostrar su final en sus propios términos. Lo veíamos creativamente apropiado”.
Además, la elección de Gilligan tiene mucho que ver con los primeros versos de la canción:
Supongo que tengo lo que me merezco
Te tuve esperando allí demasiado tiempo, mi amor
Todo ese tiempo, sin una palabra
No sabía lo que pensarías, que me olvidaría o que me arrepentiría
Y no podemos dejar la oportunidad de leer el poema más inspirador de Whitman:
No te detengas
No te detengas
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.
Temas
- Los libros que le dejaron huella.
- La importancia de leer los clásicos.
- La trampa de Tucídides.
- La probable convivencia de superpotencias las próximas décadas.
- La humildad respecto a nuestras creencias.
- El antídoto contra la inteligencia es la soberbia.
- Cómo evitar el vértigo a las alturas políticas y empresariales.
- Cuando lo pasó mejor y cuándo peor.
- El virus de la política.
Libros
- “El mundo que nos viene: Retos, desafíos y esperanzas del silgo XXI” de Josep Piqué en Deusto.
- “Cambio de era: Un mundo en movimiento” de Josep Piqué en Deusto.
- “Hojas de Hierba” de Walt Whitman en Austral.
- “Diplomacia” de Henry Kissinger.
- “La Divina Comedia” de Dante en Abada Editores.
- “Anábasis. La expedición de los Diez Mil” de Jenofonte en Editorial Juventud.
- “¿Por qué leer a los clásicos?” de Italo Calvino en Siruela.
- “Historia de la Guerra del Peloponeso” de Tucídides.